Autonomía, creatividad y rebeldía: La descentralización de la próxima década
Valparaíso, octubre 2017

Crear zonas de desarrollo a lo largo de nuestro país con capacidades autonómicas
sustentables, debiera ser el desafío para el Chile de la próxima década. Zonas que
respondan a las necesidades de sus habitantes encontrando en la creatividad las
herramientas para el desarrollo económico colaborativo y en la rebeldía el impulso que
requiere romper el status quo.
Descentralización y creatividad
Todo debate acerca de la descentralización, debiera comenzar por evitar perderse en la demanda
tradicional de disminuir el poder central para repartirlo en las periferias. El centralismo, como
condición natural del neoliberalismo, se concentrará y evitará la repartición de poder, así como el
capital tiende a acumularse progresivamente buscando siempre aumentar las ganancias. A esto
debemos sumar la invisibilidad que genera su proximidad, lo que explica que los mismos que
reclaman contra el centro, normalmente centralizan beneficios en desmedro de sus propias zonas
periféricas. Esta relación económica social explica el nulo avance que muestra el debate de la
descentralización en nuestro país.
En ese sentido, una mirada crítica a los desafíos de la descentralización, podría comenzar por abrir
debates acerca de la necesidad de crear estrategias para diversificar las miradas a las realidades
que deberán enfrentar los países en desarrollo durante la próxima década, en especial los
latinoamericanos. La discusión debiera partir abriendo un abanico tan amplio como partes
involucradas existen, no sólo sobre aspectos económicos, sino una mirada a la sustentabilidad
incorporando la cultura como un cuarto eje de desarrollo, sumados a los tradicionales elementos
sociales, económicos y medioambientales. La descentralización será una reforma política, pero no
será efectiva mientras no vaya acompañada de un verdadero cambio cultural.
Por cultural nos referimos no sólo a lo artístico, sino a la forma en que se practican las relaciones
sociales. Por ello en este nuevo escenario de comprensión de la sustentabilidad, serán las políticas
culturales las que jugarán un rol articulador de esos cuatro elementos, deconstruyendo los
imaginarios hegemónicos para proponer nuevas identificaciones de realidad. No olvidemos que el
capitalismo actual basa buena parte de su poder en la manipulación simbólica, hoy reconfigurado
a partir de un culto a la diferencia cultural. La Cultura se transforma entonces en un agente de
transformación social.
Por lo tanto si el centralismo es una construcción política y cultural cotidiana, las políticas
culturales deben proponer nuevos sentidos de comunidad, renovando la esfera pública,
simbolizando lo político, democratizando lo simbólico y redistribuyendo los medios de
producción, consumo y capital creativo.
En este sentido, creemos que la economía creativa puede ayudar a hacer emerger nuevas formas
sociales, no depredadoras como las del capital, constructoras de nuevas convivencia humanas y
comerciales, más responsables y mucho más comprometidas con el bien común. La creatividad
juega un rol fundamental, al ser la capacidad de imaginar, proyectar y poner a prueba experiencias
pilotos, lo que determinará la hoja de ruta a seguir.
Una creatividad en función de la innovación para el desarrollo productivo local. En el caso de
Antofagasta, Valparaíso, Concepción y Valdivia (entre otras) una red de ciudades plataformas para
la creatividad, que conecte a partir de ella otras zonas del país, vinculando las industrias culturales
con los sectores productivos tradicionales, repensando tanto el Estado como el Mercado y la
relación de ambos con la creatividad cultural.
Así como existe una carretera eléctrica, debiera existir una carretera creativa , que proponga
nuevos marcos institucionales para la produccion y circulacion de los bienes culturales,
difundiendo renovadas narrativas, generando nuevos espacios de creación y reflexión. Una red de
ciudades que promuevan la economía equitativa y eficiente, la autogestión, la solidaridad y la
diversidad.
Gobiernos locales y autonomía
Un segundo elemento, será la administración que requerirá cada una de las ciudades de la
carretera creativa. Territorios conectados, pero autonómicos, entendiéndose como el derecho que
tienen los habitantes de cada una de ellas, para definir su forma de vida, su administración y su
economía. Este punto de mayor complejidad, es fundamental ya que no existirá desarrollo
regional sin toma de conciencia de la importancia de la autonomía.
En este punto nuevamente el cambio no vendrá desde lo central, sino desde lo local a través de los
gobiernos locales municipales , los gobiernos más cercanos a las personas y donde sus medidas
impactan con mayor precisión y rapidez. Los municipios deberán jugar un rol activo preparando el
camino hacia la carretera creativa. Esto no se refiere a su participación como agente creativo, sino
fomentando el sector creativo definiendo la cultura como eje de desarrollo en sus ciudades,
implementando medidas que generen las condiciones para la creación de territorios
interconectados abiertos a la creatividad. La firma de un convenio de colaboración entre ellas que
incluya gobernanza horizontal, consejos de consumo/producción, desarrollo de diagnósticos
sectoriales, creación de programas con financiamiento y equipos idóneos, permitirá levantar una
hoja de ruta común, pero con acentos diferentes según sus particularidades.
En rol municipal incorpora otro elemento importante, ya que al ser los vecinos el principal eje de
gestión, permitirá dotar la estrategia de una mirada que evite caer en las deformaciones
profesionales de hacer las acciones de y para los mismos actores. Se debe evitar trabajar de
creativos para creativos, ese círculo vicioso que explica la actual desconexión entre una clase
artística que ha encontrado en el estado subsidiario la base de su ingreso económico, olvidando a
los vecinos (público, consumidor cultural) y su interés (demanda) como el principal indicador de
producción e ingresos del sector.
Resistencia y Rebeldía
El tercer y último punto de esta propuesta dice relación con su implementación. Partamos con la
visión que los grandes momentos del arte y la cultura en el siglo XX son momentos de rebeldía.
Que la rebeldía es el acto del hombre informado que tiene conciencia de sus derechos, que desea
cambiar una situación injusta y que encuentra justificación en la solidaridad, en lo colectivo y en la
aspiración a un orden. A un nuevo orden.
Si nos situamos en esa utopía y aceptamos las políticas culturales como motor del cambio, el
gestor cultural se transforma entonces en un activista, un ente que junto con estar integrado con
las problemáticas locales, debe deconstruir imaginarios hegemónicos para producir nuevas
representaciones sociales, criticando el pensamiento único, desestabilizando identidades
saturadas, construyendo relaciones culturales diversas y buscando mayor igualdad. Necesitará
para ello pasar de la pasividad a la acción, de la resignación a la desobediencia, de la resistencia a
la rebeldía.
Deberá recuperar los espacios públicos como lugares democratizadores de cultura y puntos de
encuentro, abriendo espacios de participación directa y utilizando la transparencia, la
corresponsabilidad y el código abierto como valores de su gestión.
En términos prácticos deberá operar como nodo, realizando acciones rápidas a los problemas
detectados en los diagnósticos, utilizando la plataforma municipal como soporte para aparecer y
desaparecer constantemente, reapareciendo siempre en otro lugar. La rebelión debe tener
conciencia de su rol y de la alta probabilidad de fracaso que conlleva su ser. La rebelión es un
compromiso sin salida, es una posta, es permanente.
Porque finalmente como señala Albert Camus “La rebelión nace del espectáculo de la sinrazón
ante una condición injusta e incomprensible. Pero su impulso ciego reivindica su orden en medio
del caos y la unidad en el corazón mismo de aquello que huye y desaparece”.
sustentables, debiera ser el desafío para el Chile de la próxima década. Zonas que
respondan a las necesidades de sus habitantes encontrando en la creatividad las
herramientas para el desarrollo económico colaborativo y en la rebeldía el impulso que
requiere romper el status quo.
Descentralización y creatividad
Todo debate acerca de la descentralización, debiera comenzar por evitar perderse en la demanda
tradicional de disminuir el poder central para repartirlo en las periferias. El centralismo, como
condición natural del neoliberalismo, se concentrará y evitará la repartición de poder, así como el
capital tiende a acumularse progresivamente buscando siempre aumentar las ganancias. A esto
debemos sumar la invisibilidad que genera su proximidad, lo que explica que los mismos que
reclaman contra el centro, normalmente centralizan beneficios en desmedro de sus propias zonas
periféricas. Esta relación económica social explica el nulo avance que muestra el debate de la
descentralización en nuestro país.
En ese sentido, una mirada crítica a los desafíos de la descentralización, podría comenzar por abrir
debates acerca de la necesidad de crear estrategias para diversificar las miradas a las realidades
que deberán enfrentar los países en desarrollo durante la próxima década, en especial los
latinoamericanos. La discusión debiera partir abriendo un abanico tan amplio como partes
involucradas existen, no sólo sobre aspectos económicos, sino una mirada a la sustentabilidad
incorporando la cultura como un cuarto eje de desarrollo, sumados a los tradicionales elementos
sociales, económicos y medioambientales. La descentralización será una reforma política, pero no
será efectiva mientras no vaya acompañada de un verdadero cambio cultural.
Por cultural nos referimos no sólo a lo artístico, sino a la forma en que se practican las relaciones
sociales. Por ello en este nuevo escenario de comprensión de la sustentabilidad, serán las políticas
culturales las que jugarán un rol articulador de esos cuatro elementos, deconstruyendo los
imaginarios hegemónicos para proponer nuevas identificaciones de realidad. No olvidemos que el
capitalismo actual basa buena parte de su poder en la manipulación simbólica, hoy reconfigurado
a partir de un culto a la diferencia cultural. La Cultura se transforma entonces en un agente de
transformación social.
Por lo tanto si el centralismo es una construcción política y cultural cotidiana, las políticas
culturales deben proponer nuevos sentidos de comunidad, renovando la esfera pública,
simbolizando lo político, democratizando lo simbólico y redistribuyendo los medios de
producción, consumo y capital creativo.
En este sentido, creemos que la economía creativa puede ayudar a hacer emerger nuevas formas
sociales, no depredadoras como las del capital, constructoras de nuevas convivencia humanas y
comerciales, más responsables y mucho más comprometidas con el bien común. La creatividad
juega un rol fundamental, al ser la capacidad de imaginar, proyectar y poner a prueba experiencias
pilotos, lo que determinará la hoja de ruta a seguir.
Una creatividad en función de la innovación para el desarrollo productivo local. En el caso de
Antofagasta, Valparaíso, Concepción y Valdivia (entre otras) una red de ciudades plataformas para
la creatividad, que conecte a partir de ella otras zonas del país, vinculando las industrias culturales
con los sectores productivos tradicionales, repensando tanto el Estado como el Mercado y la
relación de ambos con la creatividad cultural.
Así como existe una carretera eléctrica, debiera existir una carretera creativa , que proponga
nuevos marcos institucionales para la produccion y circulacion de los bienes culturales,
difundiendo renovadas narrativas, generando nuevos espacios de creación y reflexión. Una red de
ciudades que promuevan la economía equitativa y eficiente, la autogestión, la solidaridad y la
diversidad.
Gobiernos locales y autonomía
Un segundo elemento, será la administración que requerirá cada una de las ciudades de la
carretera creativa. Territorios conectados, pero autonómicos, entendiéndose como el derecho que
tienen los habitantes de cada una de ellas, para definir su forma de vida, su administración y su
economía. Este punto de mayor complejidad, es fundamental ya que no existirá desarrollo
regional sin toma de conciencia de la importancia de la autonomía.
En este punto nuevamente el cambio no vendrá desde lo central, sino desde lo local a través de los
gobiernos locales municipales , los gobiernos más cercanos a las personas y donde sus medidas
impactan con mayor precisión y rapidez. Los municipios deberán jugar un rol activo preparando el
camino hacia la carretera creativa. Esto no se refiere a su participación como agente creativo, sino
fomentando el sector creativo definiendo la cultura como eje de desarrollo en sus ciudades,
implementando medidas que generen las condiciones para la creación de territorios
interconectados abiertos a la creatividad. La firma de un convenio de colaboración entre ellas que
incluya gobernanza horizontal, consejos de consumo/producción, desarrollo de diagnósticos
sectoriales, creación de programas con financiamiento y equipos idóneos, permitirá levantar una
hoja de ruta común, pero con acentos diferentes según sus particularidades.
En rol municipal incorpora otro elemento importante, ya que al ser los vecinos el principal eje de
gestión, permitirá dotar la estrategia de una mirada que evite caer en las deformaciones
profesionales de hacer las acciones de y para los mismos actores. Se debe evitar trabajar de
creativos para creativos, ese círculo vicioso que explica la actual desconexión entre una clase
artística que ha encontrado en el estado subsidiario la base de su ingreso económico, olvidando a
los vecinos (público, consumidor cultural) y su interés (demanda) como el principal indicador de
producción e ingresos del sector.
Resistencia y Rebeldía
El tercer y último punto de esta propuesta dice relación con su implementación. Partamos con la
visión que los grandes momentos del arte y la cultura en el siglo XX son momentos de rebeldía.
Que la rebeldía es el acto del hombre informado que tiene conciencia de sus derechos, que desea
cambiar una situación injusta y que encuentra justificación en la solidaridad, en lo colectivo y en la
aspiración a un orden. A un nuevo orden.
Si nos situamos en esa utopía y aceptamos las políticas culturales como motor del cambio, el
gestor cultural se transforma entonces en un activista, un ente que junto con estar integrado con
las problemáticas locales, debe deconstruir imaginarios hegemónicos para producir nuevas
representaciones sociales, criticando el pensamiento único, desestabilizando identidades
saturadas, construyendo relaciones culturales diversas y buscando mayor igualdad. Necesitará
para ello pasar de la pasividad a la acción, de la resignación a la desobediencia, de la resistencia a
la rebeldía.
Deberá recuperar los espacios públicos como lugares democratizadores de cultura y puntos de
encuentro, abriendo espacios de participación directa y utilizando la transparencia, la
corresponsabilidad y el código abierto como valores de su gestión.
En términos prácticos deberá operar como nodo, realizando acciones rápidas a los problemas
detectados en los diagnósticos, utilizando la plataforma municipal como soporte para aparecer y
desaparecer constantemente, reapareciendo siempre en otro lugar. La rebelión debe tener
conciencia de su rol y de la alta probabilidad de fracaso que conlleva su ser. La rebelión es un
compromiso sin salida, es una posta, es permanente.
Porque finalmente como señala Albert Camus “La rebelión nace del espectáculo de la sinrazón
ante una condición injusta e incomprensible. Pero su impulso ciego reivindica su orden en medio
del caos y la unidad en el corazón mismo de aquello que huye y desaparece”.
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