El público


Concepción, julio 2007

"Pero dime tú” – dijo el Negro – “como podí entender que sólo hubiesen cinco pelagatos”. Eran las 23.25 y salíamos de un concierto en el Stromboli. El Negro Monsalve, indignado como siempre con el público penquista, maldecía una y otra vez su inasistencia, es el “peso de la noche” repetía. Al llegar a la esquina nos despedimos y dejamos de ver entre la niebla que se levantaba a esa hora. Al poco rato noté que la desazón del Negro ya estaba instalada en mí, es lamentable que Concepción no cuente con público para las artes locales. 

Quienes somos testigos de las propuestas que giran por nuestros escenarios, coincidiremos que en algunos casos merecerían estar a tope. Pero no es así, y generalmente realizamos actividades para la familia. Más de alguno debe estar pensando lo contrario y recordando alguna última multitudinaria, pero intento acercarme a la problemática de la necesidad de público, que toda obra artística está destinada a ser comunicada y que nuestra actividad depende de su creación. 

Pero quienes son, dónde están y qué quieren.

Hoy en el Gran Concepción viven aproximadamente unas 700.000 personas. De ellas, durante el 2006, el 31% asistió a exposiciones de arte, el 17% a teatro, el 15% a danza y el 33% a alguna actividad musical[1]. De grupo, pero en fin. De quienes asistieron, un 40% dijo que esas actividades le ayudan a desarrollarse como persona; un 27%, a ampliar sus temas de conversación; y un 29%, a conocer otras maneras de vivir y pensar[2]

Las primeras razones para no asistir son la falta de tiempo, porque no les interesa o no les gusta, y las segundas la falta de dinero y a la falta de información. Y todos los estudios confirman que la gran mayoría de la población accede a consumo cultural sólo a través de la televisión. Media novedad.

Pero la cosa se pone interesante cuando notamos que el 58,8% de esas personas no están satisfechas con lo que ven, el 71% dice que la TV ha empeorado, el 74% que es tonta, el 72% que es cobarde, el 64% que es insensible y el 63% que es fome[3]. Meh! entonces, cómo es la cuestión? 

Agarré el móvil y llamé al Negro. Esto algo quiere decir. Por qué si la gran mayoría sólo ve televisión y al mismo tiempo no le gusta, cómo explicarnos que no sientan inquietud por descubrir que hay vida mas allá del control remoto? Cómo somos capaces de crear esta conexión? Quizás, aceptando que somos nosotros los responsables de cambiar esta situación y aunque parezca de perogrullo, declarando nuestra existencia y nuestro sentido. Porque ante la pregunta como invertir los $7.000 millones que recibirá la Región del Biobío en compensación por el Transantiago, un 26% considera que en empleo; un 22% en resolver la delincuencia; un 13% en educación, un 10% en salud, un 9% en resolver la corrupción y un 7% en pobreza[4]. Y en cultura? Nada, cero, caput, vide.  

Porque estaremos de acuerdo que es necesario invertir en cultura, o no? Porque cuando hablamos de publico no lo hacemos pensando en un mero receptor pasivo de nuestro mensaje artístico o cultural, espectadores inertes que solo sirvan para colmar salas, sino nos referimos a la importancia del acceso a la cultura, que ganamos, que perdemos, que está en juego en el intercambio arte-espectador. Nos referimos a lo fundamental que es la educación artística y lo que conlleva, la construcción del imaginario país, apagar la tele, abrir los ojos y poner la vista en el Nosotros. 

Porque así como en vísperas de 1910 y su Centenario, la “cuestión social” era el tema en boga, en vísperas del Bicentenario seamos capaces de instalar la “cuestión cultural” en la agenda pública de la ciudad, como demostramos su importancia y dejamos atrás el “peso de la noche”, que tan bien señalaba el Negro Monsalve. 



[1] Encuesta de Consumo Cultural 2006, realizada por el CNCA y el INE (www.consejodecultura.cl)
[2] Encuesta Nacional PNUD 2001 (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo)
[3] Encuesta del Consejo Nacional de Televisión 2007. (www.cntv.cl)
[4] Tercera Encuesta de Percepciones Políticas y Contingencia 2007, desarrollada por Corbiobío.

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